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La hora del planeta es ahora, la historia de Diana Monterroso (Cusco)

En el marco del trabajo sistémico del proyecto Educomunicación sobre cambio climático y degradación ambiental en Lima, Cusco y Madre de Dios, proyecto ejecutado por la ACS Calandria y Tejiendo Sonrisas y con el apoyo de la Unión Europea en el Perú, presentamos historias de cambio de jóvenes ambientalistas, líderes en sus espacios de desarrollo, quienes han encontrado en algunas iniciativas del proyecto, una forma de transformar su ímpetu en acciones concretas a favor del medioambiente. Te invitamos a conocer la historia de Diana Monterroso, activista ambiental de Cusco.

Diana es una universitaria de 23 años, nacida en Cusco, que también se asume como una activista ambiental. ¿Dónde apareció esa motivación? En los últimos años, la conversación acerca de la urgencia por preservar el medioambiente alcanzó nuevos espacios como las aulas de un colegio, las clases de una universidad y hasta en foros de comunidades digitales. En el caso de Diana, esa toma de conciencia surgió mucho tiempo antes.

Hace quince años, cuando Diana era apenas una niña, emprendió un viaje por carretera junto con su familia hacia la casa de sus abuelos ubicada en el distrito de Maranura (La Convención). Durante el viaje, y a través de las ventanas del auto, notaba cómo se acumulaban montones de basura al lado del camino. También vio a otro pasajero arrojando basura, despreocupado, que luego aterrizaba en los pastizales. La primera reacción de Diana fue girar hacia su mamá y decirle: “Creo que las personas son muy cochinas. Yo jamás botaría la basura así”. Esa contaminación que Diana había identificado, con el paso del tiempo, también empezó a afectar el paisaje de los ríos en Cusco, con miles de desechos plásticos como bolsas y botellas.

En el año 2019, se topó con una noticia devastadora: un cerro de basura impedía la entrada al parque arqueológico Pikillacta, un importante atractivo turístico de la antigua capital de los incas. Insólito. Ese fue el detonante para que Diana decida involucrarse de manera activa. Desde entonces busca involucrarse en acciones de protección y mitigación de la contaminación. Por ejemplo, el voluntariado ambiental de la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco (UNSAAC). Junto a ellos organizaron una jornada de limpieza en los alrededores de la laguna Huacarpay, a una hora desde la plaza de Cusco en dirección hacia Andahuaylillas. Ese paisaje natural forma parte del ecosistema de aproximadamente 108 especies de aves como la wakar, una especie de garza blanca. La acumulación de basura en la zona y el consecuente deterioro de su hábitat representa un peligro tangible para esos animales.

Los árboles también son parte de la preocupación de la futura bióloga. Ha organizado su tiempo para equilibrar sus clases universitarias junto a las actividades de reforestación en las que participa con el grupo de voluntariado ambiental de la UNSAAC. Con ellos, ha intervenido zonas como los bosques de San Jerónimo para proteger la flora del lugar.

Durante la pandemia, aprovechó el tiempo para formarse con mayor rigor en temas de ambientalismo y también se inscribió en la Escuela Eduambiental, que, a través de la virtualidad, comparte saberes con voluntarios de otras regiones del país como Lima y Madre de Dios.

“Me llevo grandes conocimientos, no solo en temas ambientales sino también en liderazgo y proactividad gracias a los profesionales que dictaron las clases aprendí el tema de vocería en medios de comunicación, que ahora pongo en práctica y he podido brindar entrevistas en radios locales de las provincias de Cusco, Urcos y Espinar para fomentar la correcta segregación de residuos sólidos. No tiene que ser tan complicado si ya las separamos en orgánicos e inorgánicos”, dice Diana.

A partir de sus cursos y experiencias de voluntariado, la joven estudiante de Biología le ha dado forma a un futuro proyecto personal. Quisiera coordinar con los municipios de diferentes comunidades para organizar ferias ambientales, donde se puedan ejecutar faenas de limpieza en los ríos. “También podemos aprovechar esas actividades para enseñar a los niños y a los adultos a gestionar sus residuos sólidos”, dice Diana. Así como ella, la preocupación por cuidar el planeta inicia desde el día que tomamos conciencia del daño y, solo entonces, pensar en la solución.